viernes, 2 de mayo de 2014

10 - El resto de servicios (WC) públicos no municipales en la Plaza de Cataluña y alrededores (I).

Pensaba acabar estas reseñas sobre WC públicos en Barcelona con un repaso, a veces rápido y otras no tanto, dependiendo del lugar comentado, del resto de oportunidades de ligue homosexual que teníamos los gay o bisexuales "proletarios" en aquel escenario tan poco romántico. No obstante, lo que creí que podía liquidar en un solo post está alcanzando unas dimensiones que me hará dividirlo en varios, para no hastiar más de la cuenta al lector con textos interminables.

Después de la descripción de los WC municipales, no sería justo olvidar el mérito de algunos otros que pertenecían a compañías de transporte o estaban ubicados en otro tipo de establecimientos, normalmente de hostelería pero también en aparcamientos o grandes almacenes. Empecemos con el que más me gustaba.

- Avenida de la Luz. Servicios originalmente pensados para los usuarios de los Ferrocarriles.
Para los lectores de menos de 40 años o de fuera de Barcelona habrá que empezar explicando qué Avenida es (o era) esta. Pues bien, se trata de un amplísimo paso subterráneo bajo la calle Pelai (entonces Pelayo), desde su confluencia con las calles Balmes y Vergara (hoy Bergara) hasta la Plaza de Cataluña y Ramblas, tal como se ve gráficamente en el siguiente plano que muestra la parte del subsuelo que discurre por debajo de las calles indicadas.


Se construyó en 1929, año de la segunda Exposición Universal de Barcelona, a raíz del soterramiento de una estación de ferrocarril allí presente desde 1874, pero se re-inauguró como galería comercial en 1940 con el propósito de que fuera el primer tramo de una gran área subterránea que hubiera abarcado todo el subsuelo desde la Plaza de Urquinaona hasta la Rambla de Cataluña, si bien no llegó a construirse por problemas técnicos, económicos y de cobertura legal, por lo que se quedó en el espacio descrito y, aún así, tiene el mérito de haber sido la primera galería comercial subterránea de Europa.

Aquello que sin ánimo de exagerar era, por lo abigarrado y diverso de sus usuarios y por la variedad y el "multipintoresquismo" de sus establecimientos, como una pequeña ciudad subterránea a lo largo de un pasillo de unos 150 metros de largo por 10 de ancho que albergaba más de cincuenta establecimientos de todo tipo: óptica, electrodomésticos, tricotosas, armas, deportes, discos, libros, barquillos (pamper's) -con vino Montroy-Pedro Masana-, muebles, joyas, relojes y muchos otros, entre ellos unos cuantos bares y un cine, pero que en la actualidad ya no existe tal como era con comunicación abierta al público entre los dos extremos de lo que antaño fue aquella "Avenida", si bien todavía hoy podemos observar algo de la morfología del pasillo central de entonces si visitamos la planta inferior de la perfumería "Sephora" en el espacio comercial "El Triangle", entrando por la confluencia de la plaza de Cataluña y la calle Pelayo/Pelai. Para imaginarse el resto puede verse la fotografía situada más abajo o visionar las películas "Bilbao" (1978) de Josep Joan Bigas Luna o "Sinatra" (1988) de Francesc Betriu, en las que se aprecia parcialmente como era la Avenida de la Luz en aquellas fechas.

Entre los elementos más importantes de la Avenida de la Luz destacaban, cómo no, las taquillas y los accesos a las líneas de los FF.CC. de Cataluña (Terrassa/Sabadell) y del F.C. de Sarriá a Barcelona (Sarriá/Av.Tibidabo), hoy todos englobados en los Ferrocarrils de la Generalitat, que estaban situados en ambos extremos del recinto. Y en el acceso de la parte superior (Balmes/Pelai), entrando a mano derecha, se encontraba uno de los WC públicos y gratuitos más concurridos de la zona, por lo estratégico de su ubicación, después de la entrada y antes de las escaleras de bajada a los andenes, que se encontraban en un nivel inferior (fue una de las primeras estaciones que contó con escaleras mecánicas) y frente a un cine de sesión continua que no disponía de servicios propios. Pero otra razón importante que justificaba tanta concurrencia era por ser un lugar muy adecuado para el ligue homosexual o para aquellos que al menos querían alegrarse la vista y, con suerte, quizá también unos minutos de su existencia.

Los servicios de señoras y caballeros (gratuitos por gentileza de la compañía de FF.CC. como rezaba una placa de loza en la parte superior de la puerta) tenían las respectivas entradas una junto a otra, a la derecha las señoras y los caballeros a la izquierda. Los de caballeros no eran muy espaciosos, un rimero de no más de seis mingitorios adosados a la pared de la derecha a los que seguía un lavabo y dos WC al fondo. La pared de la izquierda casi siempre ocupada por una hilera de usuarios a la espera de que quedara libre uno de los urinarios de la derecha, cosa que no siempre se producía con la necesaria ligereza pues algunos de los que los ocupaban no terminaban nunca, bien porque estaban entretenidos observando la evidente apostura de otros usuarios o bien porque estaban esperando a que se desocupara alguno de los puestos colindantes al suyo por si mejoraban las vistas con el cambio de usuario. En algunas ocasiones, tal era la acumulación de personas en la cola de espera que alguno de los integrantes de la misma no podía dejar de comentar con alguna frase sarcástica la lentitud con que se alternaban los ocupantes de los urinarios.

Digna de mención era la encargada del lugar, una señora bastante mayor, gruesa y fuerte, normalmente siempre situada en los servicios de señoras, a la que había que recurrir si se necesitaba usar alguno de los WC de caballeros. Entonces ella suministraba el papel de rigor al usuario, supongo que a cambio de la consabida propina, le acompañaba a los servicios de caballeros, arrastrando unos pies enfundados en unas viejas zapatillas que nunca llevaba completamente calzadas sino, como se dice en catalán a retaló, es decir con los dedos metidos en la parte delantera pero el talón libre, a modo de chanclas, que emitían un sonido muy característico al andar. Con una llave que llevaba colgada con un cordel de la cintura abría uno de los WC, no sin antes propinar unos fuertes y sonoros trastazos con dicha llave en la puerta del mismo, por si estaba ocupado, con lo que las puertas de los WC lucían en toda la extensión de su mitad superior unas marcas como de viruela, producto de los golpes de la encargada.

Doy por supuesto que esa señora estaba en el ajo de lo que ocurría allí, pues en una ocasión incluso me fue dado presenciar como abría la puerta de uno de los WC a dos hombres que venían juntos, uno de ellos claramente afeminado y que juntos también entraron en el cubículo, encerrándose en él.

Dejando aparte esta rara anécdota que no dejó de sorprenderme, ¿porqué precisamente estos servicios eran más propensos que otros a atraer tal número de visitantes, aunque justificados en parte por la estación y el cine? Pues porque los mingitorios eran como aquellos que he comentado al mencionar alguna de mis experiencias en el Cine Atlántico, parecidos a los de la foto de la derecha, salvo en que la altura de la pieza de porcelana vertical que separaba a cada usuario no sobrepasaba la altura de la parte central, por lo que a duras penas alcanzaban a ocultar la polla y mucho menos si el usuario era de una estatura regular o bien estaba empalmado, caso no infrecuente. O las dos cosas.

Además era un lugar muy apropiado para ligar porque se podía salir y perderse entre el bullicio de la Avenida seguido o precedido del "ligue" y entablar luego la oportuna conversación para comentar lo que fuera necesario como viejos amigos, deambulando entre el resto de transeúntes de aquel lugar, sin llamar la atención.

Vista panorámica de la Avenida de la Luz, desde la parte superior (Pelai/Balmes) del recinto.
Los servicios que se describen se encontraban a la derecha, a la espalda del fotógrafo.
Rara era la vez en que no se conseguía nada si uno disponía de tiempo suficiente, tenía cierta paciencia y, porqué no decirlo, un mínimo de buena apariencia, por lo que yo también lo conseguía a menudo, cosa que paso a comentar en la medida de mis recuerdos, también con alguna experiencia fallida, pues esas anécdotas sobre situaciones cuando menos extrañas, aunque no tanto como la relatada sobre los dos hombres entrando en un WC a la vista de todos, no diré que menudeaban pero no eran raras.

En una ocasión, cuando el cine que había a unos escasos veinte metros ya se había transformado en un cine "S" (raro engendro creado para clasificar a finales de los años 70 algunas salas especializadas en cine erótico, pero no pornográfico) vi como entraba procedente del cine un chico joven que a duras penas debía superar los 18 años, edad requerida para poder entrar en aquella sala, muy acalorado y nervioso, con una más que evidente erección bajo sus pantalones, que enseguida se colocó en uno de los mingitorios y exhibió tal cantidad de enhiesta hombría que todos los colaterales, entre los que me incluyo, pues me faltó tiempo para colocarme en otro sitio libre ya que en aquella hora no había cola, desvelamos también una erección inmediata, aquello que segundos antes era una hilera de tíos disimulando y tapándose la polla para no llamar la atención hasta que vieran interés por parte de alguien, al ver aquella cantidad de carne joven al descubierto y los manejos de su dueño para correrse, se transformó en un florido vergel de erectas pollas a ambos lados de él, sin excepción, porque también casualmente todos los que estábamos allí éramos lo suficientemente jóvenes como para tener esa reacción inmediata. Hay que recordar que eran años de bastante represión sexual, a pesar de la tímida apertura que significó la autorización de las salas "S" y precisamente por eso deduje que el pobrecito se había puesto tan caliente con la película que, siendo sin duda una persona muy bien educada, no quiso manchar el cine (seguramente sería el único que tuviera esa consideración) y se dirigió a los servicios, pensando seguramente en desahogarse allí en la intimidad y seguro que sin esperar encontrarse con aquel panorama. No sé qué fue de él una vez acabó, pues fue algo visto y no visto, con tal premura y a punto de reventar venía el chico y supongo que como estaba ya casi con los ojos en blanco no le importó, o hasta le excitó más, ver tantas pollas de golpe haciendo la competencia a la suya. Sólo espero que se lo pasara bien lo que, a juzgar por la cantidad de leche que sacó, creo que se podría aventurar que fue así.

En otra ocasión, se puso a mi lado un chico algún año mayor que yo, con una polla perfectamente torneada y, aprovechando que era una hora de poca afluencia, nos la agarramos recíprocamente, pero a los pocos segundos de tocarle se corrió en mi mano sin avisar y yo, por una reacción inesperada, seguí el mismo camino. A duras penas, me volví hacia el lavabo, por suerte llevaba los pantalones abrochados como siempre, pero iba con la polla fuera porque no podía ni tocarla con mi mano mojada para no manchar la ropa ni con la otra mano limpia para no manchar la mano a su vez con el líquido que había salido de mi propia polla y que la cubría en parte. Afortunadamente, el lavabo también estaba instalado a la altura apropiada para lavarse la polla, así que procedí a ello, con la polla y las manos limpias me sequé con un pañuelo (entonces aún se usaban pañuelos de tela) y me la guardé tranquilamente. No oí ni un comentario por parte de ninguno de los presentes, que supongo que algo notarían de lo que estaba pasando. Una vez conseguí recomponerme, abandoné el lugar mientras el otro también se lavaba y, como ya era hora de comer, me fui a pie al domicilio de mi novia de entonces, S., que se había marchado de vacaciones con sus hijos pero me había dejado algunas cosas de comer preparadas en su casa. Cuando ya estaba llegando me alcanzó el otro chico, que quería seguir con el festival. Pero ya era hora de comer y yo no quería llevarlo a casa de mi novia a pesar de que no hubiera nadie, ni tampoco a mi apartamento, pues no estaba muy cerca y entre el ir y venir habría acabado comiendo a las cuatro o cinco de la tarde, así que en esta ocasión el hambre se impuso a la libido, que de todos modos ya había tenido su pequeño e inesperado alivio, y allí se acabó la historia.

Como es natural, tras ir unas cuantas veces a horas y/o días similares se acaba conociendo, al menos de vista, a los asiduos y, entre ellos, había un hombre bajito bastante mayor con pelo y bigote canosos al que ya había visto varias veces. Aquel día coincidimos uno al lado del otro y miré disimuladamente aunque no vi nada más que una pelambrera muy negra. Yo debía estar empalmado como de costumbre (no me hacía falta ver nada especial, solamente el morbo de la situación ya era suficiente para provocar esa reacción en mi) pero, cansado de no ver nada más, salí y él también. Después de andar unos pasos juntos creo que inicié yo la conversación:
- Hola
- Hola, ¿te gustan los hombres mayores?
me soltó de buenas a primeras con una entonación que supongo pretendía ser lúbrica. Me quedé algo sorprendido porque nunca me había planteado ir con alguien porque fuera mayor, sino para que me la chupara, de hecho me fijaba en otras cosas y la edad me daba bastante igual, así que le respondí
-No lo sé
se quedó algo sorprendido y, como supongo que detectó que yo no era el jovencito entusiasmado por ir con un tío mayor que él esperaba, nos despedimos y nos fuimos cada uno por su lado. Lo vi más veces pero no volvimos a hablar más. Tampoco le vi nunca, ni antes ni después de ese día, entablar nada con nadie más.

También era asiduo del lugar un chico joven con apariencia latina y unas cicatrices muy aparentes en cada lado de la cara, al cual ya he mencionado en una entrada anterior de este blog y que no tenía reparo en mostrar un bulto en el pantalón que de buen seguro hacía babear a más de uno (y creo que a mi también), pero nunca llegué a ver en directo si la realidad se correspondía con aquel bulto. Hubiera podido hacerlo pero procuraba evitar la coincidencia con él pues se metió en mi cerebro la manía de que era un chulo no recomendable y me quedé para siempre sin saber lo que era en realidad.

En otra ocasión encontré a V. (o también podría ser B.), un chico de Lleida que estudiaba en Barcelona, bastante atractivo y con una figura y una polla que me gustó. Me propuso ir a su piso en la plaza de Gala Placidia y hacia allá nos fuimos, lo pasamos muy bien en la cama aunque mientras estábamos en ello le llamó su hermano por teléfono así que, mientras el le atendía, yo no dejaba de mamársela a él para mantenerlo caliente y poder seguir después, como así fue. Estuvo muy bien, siempre he intentado ser generoso aunque por aquella época lo era con todo menos con mi culo y lo que me interesaba era el de los demás pero, a pesar de pasarlo tan bien, en el momento de la despedida, como acostumbraba a hacer siempre, me mostré bastante esquivo para quedar para una nueva ocasión por lo que nunca más volví a verle, ni siquiera por casualidad en la Avenida de la Luz. Gracias a haberme desplazado a su piso y haber vuelto a la Plaza de Cataluña con los hoy Ferrocarrils de la Generalitat, descubrí los servicios de la estación de Gràcia de dicha línea, de los que hablaré largo y tendido en su momento.

Un sábado, sobre las cuatro de la tarde, momento de poca concurrencia, entré y repare en un chico bastante joven situado en un urinario, entre otros usuarios. Al verlo de espaldas no pude apreciar si era un chico inocente o no, pero los dioses me fueron tan propicios que me dejaron un puesto libre a su izquierda que me apresuré a ocupar. Aguantaba con sus manos una polla adolescente o post-adolescente en posición horizontal para que no rebasara el límite del urinario, aunque era totalmente visible (y adorable), él estaba casi tan ruborizado como su polla y se aguantaba derecho con la cabeza algo inclinada apoyada en la pared. Y así durante minutos y minutos, prácticamente sin mover un músculo. Su polla estaba diciendo "cómeme", pero no era cuestión de armar un escándalo entre toda aquella concurrencia, así que opté por enseñarle la mía, que casi doblaba la suya en dimensiones (no por mérito mio), él observaba a uno y otro lado disimuladamente pero permanecía impasible en su puesto. Yo, como siempre he sido muy prudente, opté por marcharme para que nadie sospechara. Él no me siguió como yo hubiera querido, así que le esperé fuera todo lo disimuladamente que pude. Cuando al fin apareció, se dirigió a la salida más cercana, yo le seguí por la calle pero él no aminoraba el paso para que pudiera decirle algo privadamente sin llamar la atención de nadie, seguramente ni se le ocurría tal posibilidad. Al fin, viendo que no iba a conseguir nada lo dejé correr, pero a partir de entonces procuré acudir al mismo lugar los sábados a las cuatro de la tarde y, efectivamente, allí estaba todas las semanas. Le esperaba fuera hasta que aparecía, entonces entraba yo, a veces dejaba pasar mi turno muy educadamente para conseguir estar a su lado, se repetía la misma escena que la primera vez y seguía sin conseguir hablar con él, aunque era evidente para mí que él sabía que yo le seguía. En una de las ocasiones, siguiendo siempre el mismo camino, llegó a la altura de un establecimiento que parecía una ferretería, entró y pude observar que los dependientes o dueños le conocían. No sabía que intenciones le albergaban, así que opté por marcharme. Le vi alguna vez más pero con la misma ausencia de resultados. Hasta que al cabo de los años, estando de madrugada en el cuarto oscuro del bar/disco Martin's, local ubicado entonces en el tramo superior de los jardincillos del Paseo de Gracia, encendieron las luces de pronto porque iban a cerrar y me encontré con que el chico que me la estaba chupando era él, o así creí reconocerle después de unos cuantos años, la misma figura, la misma carita y el mismo pelo, peinado algo distinto. No pareció gustarle mucho que se encendiera la luz y creo que aún menos al descubrir que yo era un tío ya cercano a la cuarentena y medio calvo. No sé si me reconoció, yo inicié una conversación de circunstancias, al bajar las escaleras resbaló en un escalón, yo procuré estar al quite y lo más atento que pude y al llegar a la calle le ofrecí llevarle en coche a su casa o a donde fuera, pero declinó la invitación una y otra vez. Y así acabó aquel no-idilio de tantos años. Después aún lo vi en alguna otra ocasión en algún otro lugar de ambiente pero ni yo intenté nada más ni el pareció nunca reparar en mi presencia. Me pregunto (retóricamente, claro) quién saboreó las primicias de ese chico y le enseñó lo que luego al cabo de los años comprobé que sabía hacer. Sin duda era un papel que me hubiera gustado desempeñar a mi, pero también creo que está bastante claro que yo no debía ser de su gusto.

Otro chico bastante joven con el que me encontré allí, fue J. Una tarde, casi de noche, allí estaba, no muy alto, con gafas de bastante graduación, pantalones pitillo ceñidos, moreno y una polla recta y delgada. Salimos los dos de los servicios,
- Hola
- Hola
- ¿Qué, qué haces por aquí?
- Por aquí, aburrido,
- ¿Quieres venir a mi casa a escuchar música?
- Sí, vamos
fue la prácticamente inesperada respuesta para mi total y absoluta sorpresa, pues no confiaba que un tío tan joven quisiera venirse con alguien que ya empezaba a estar algo granadito. Tomamos el metro para ir al estudio que entonces tenía yo a pocas paradas de la Plaza de Cataluña, ya en el ascensor comprobé que estaba a punto y que no le hacía ascos a un buen morreo, entramos, seguimos con los morreos y magreos, nos tumbamos, me costó algo sacarle aquellos pantalones tan ceñidos y nos empezamos a disfrutar el uno al otro. Un gran tipo, no le hacía ascos a nada, todo le gustaba pero especialmente que le lamieran ese espacio técnicamente llamado "perineo", que tenemos entre los huevos y el culo, por donde se empieza a apreciar la polla por debajo de la piel. Cuando se lo chupaba o lamía daba unos gritos de gusto extraordinarios. También me di cuenta de que necesitaba una operación de fimosis, lo que dificultaba algo el goce completo y tranquilo, porque me daba apuro tirarle demasiado hacia abajo de la piel por miedo a hacerle daño, pero todo acabó satisfactoriamente. Quedamos para vernos otro día, pero no acudió a la cita.

Como era de esperar, volví a encontrarle en la Avenida de la Luz, me dio una excusa banal por su plantón y volvimos a tener una buena tarde de sexo. Él fue quién me ilustró sobre la existencia de las saunas y su funcionamiento, contándome sus experiencias en la Sauna Pádua, hoy inexistente. Volvimos a quedar y me volvió a dar plantón.

Al cabo de un tiempo lo volví a encontrar en el mismo lugar, volvimos a tener una buena sesión, mejor todavía si cabe porque me di cuenta de que ya le habían hecho la operación, por lo que le pude manejar a mi antojo aquella preciosa polla, tal como él hacía con la mía. No era una polla muy gruesa y de la punta lo era aún menos, totalmente recta y algo más larga que la mía por lo que empecé a fantasear para mí con que seguramente podría metérmela sin lastimarme mucho y hacerme notar por fin la sensación de tener dentro un vivo y palpitante pedazo de carne como aquel.

No recuerdo cómo, volvimos a encontrarnos y esta vez yo ya me había pertrechado con un tubo de vaselina medio vacío que cogí del trabajo. ¡Inocente de mí!, entonces ignoraba la existencia del K-Y y que la vaselina que se usa para esto no era precisamente aquella para uso industrial. En el transcurso del encuentro sexual le propuse que me penetrara, yo había intentado hacérselo a él alguna vez pero no lo había conseguido porque, aunque aparentemente no tenía ningún tabú al respecto y verbalizaba que lo quería hacer, además de relatar ocasiones anteriores en que se lo habían hecho, en realidad no parecía facilitarlo activamente. En cambio, para hacérmelo a mí enseguida estuvo a punto, yo me puse a cuatro patas y quedé a su merced. No tardé en notar su excitante lengua en mi culo, con una presencia y un movimiento que se prolongó durante bastante rato lo que me calentó hasta lo indecible, cuando debió calcular que ya era suficiente me untó bien con aquella vaselina que en realidad no servía para gran cosa y me dispuse a recibirlo, pero fruto de mi virginidad y por tanto de mi inexperiencia y no sé si también de la suya, aunque creo que no, no había manera de que entrara sin hacerme bastante daño, hasta que llegado un momento, dado que en todas mis experiencias anteriores de activo aunque algunas veces topara con alguna resistencia física siempre se acababa solventando sin que nadie saliera aparentemente mal parado, y también mal aconsejado por mi mente que, claramente obnubilada, me jugó la mala pasada en aquel momento de equiparar teóricamente la dificultad que teníamos con la que se da cuando uno quiere arrancarse un esparadrapo poco a poco y no puede, mientras los profesionales lo hacen de un tirón y sin que prácticamente duela, se me ocurrió decirle, "dale un buen empujón y métela de golpe". Dios mio, ¡nunca debería haberlo dicho!, hay que reconocer que él actuaba con bastante tacto pero al oír mi orden me preguntó ¿seguro? (barrunto que el sabía mejor que yo que aquello no era una buena idea), yo le respondí que sí, el empujó y ¡vaya si la metió!, pero yo me retorcí con un dolor inmenso, me quedé tan paralizado que no sé si no atiné a sacármela o no me atreví por temor a más dolor, solamente recuerdo que le grité varias veces "sácala, sácala", pero al hacerlo me volvió a dar otro calambrazo aunque, afortunadamente, aquel dolor insoportable empezó a decrecer enseguida. Así fue la primera vez que me la metieron, aunque fuera por unos pocos segundos y a costa de un dolor inmenso.

Afortunadamente no siempre ha sido así. Con este mismo chico, que por cierto la chupaba muy bien y que fue el primero en metérmela y también el primero con el que nos comimos mutuamente el ojete así como aquel espacio limítrofe al mismo que he explicado antes que tanto le gustaba que le lamieran y mordisquearan, conseguí finalmente varios buenos polvos, en realidad era la mejor polla que hubiera podido encontrar para iniciarme, si descontamos algunos micro o mini penes con los que también me he encontrado por esos mundos de Dios, que de todo hay en la viña del Señor. Con posterioridad he tenido ocasión de gozar algunas enculadas francamente gratificantes pero sin embargo, a pesar de haberme aplicado a dominar y evitar el reflejo de cierre del esfínter, cosa que no hice en aquella primera ocasión y que contribuyó a las dificultades relatadas, siempre han sido dolorosas, al menos al principio, encontrándome frente a la contradicción de tener que soportar ese dolor durante un rato que se me antojaba eterno y, sin embargo, parecerme que la otra sensación paralela de gusto era demasiado corta y desear que se prolongara durante mucho rato. ¿Quizá si lo hubiera practicado más veces habría conseguido mejor práctica en la dilatación y, por lo tanto, más rato de placer? No lo sé, pero no descarto seguir intentándolo porque si contara "digitalmente" las veces que lo he hecho, seguramente tendría suficiente con las dos manos y me temo que eso debe ser poco para encontrarle el verdadero gusto.

Me encontré a muchas otras personas en aquel lugar, algunas poco tiempo antes de que cerraran la Avenida de la Luz y varios años después de que hubieran reformado los WC con ocasión de que Ferrocarrils de la Generalitat se hiciera cargo de la gestión del ferrocarril, con lo que aquel lugar ganó en espacio y modernidad pero perdió en morbo, pues los nuevos urinarios instalados ya fueron "de cuerpo entero" como quien dice. Los años habían pasado para todos, después de la "transición" el mundo gay se había ido creando más espacios, aunque la mayoría ocultos todavía y todos vivíamos un poco mejor, por lo que la utilidad de aquellos servicios, tanto para su cometido oficial como el extra-oficial que se relata aquí, fue mermando lentamente aunque siempre se conservó, poco o mucho. Por eso, raramente se formaban colas en los urinarios, en parte porque la reforma había por lo menos doblado su número o quizá triplicado pero creo que también en parte porque ya no necesitábamos tanto aquella vía de escape. Aquella anciana encargada ya no estaba pues había sido sustituida por un tío joven que, aunque generalmente estaba fuera fumando o charlando con los empleados de la tintorería que había enfrente, en ocasiones estaba dentro sentado frente a una mesita donde a veces se le dejaba una propinilla, por lo que la impunidad con que se hacían las cosas unos años antes había dejado casi de existir.

En estas nuevas condiciones, recuerdo entre las personas de esos últimos años a varios estudiantes de una academia que había en el edificio de la calle Pelayo situado junto a la boca de acceso que daba a los servicios, que habían descubierto lo que allí podían encontrar, habiendo observado más de una vez alguna furtiva paja administrada a alguno de ellos. Esperando que algún día me tocara a mi poder hacerlo, un buen día se puso a mi lado uno de aquellos estudiantes que no tardó en enseñarme una polla hermosísima de proporciones más que notables, a lo que yo le correspondí mostrándole la mía y, en cuanto pude, me agarré a aquella hermosura y, dado que nos habíamos quedado solos, me asaltó la idea de chupársela. Con la reforma de los urinarios, el nuevo diseño incorporaba la feliz circunstancia de que éstos, adosados a las paredes del fondo y laterales, quedaban ahora elevados unos centímetros del suelo en lugar de estar a ras de suelo como antes, por lo que para situarse correctamente había que subir un peldaño, lo cual me di cuenta entonces que era de una extraordinaria utilidad si lo que uno pretendía era chuparle la polla a otro, pues con descender del peldaño la mamada resultaba mucho menos incómoda, sobre todo para el mamador. Así que bajé del peldaño y ya él estaba apuntando aquel precioso trozo de carne hacia mi boca cuando oí unos pasos y, como la nueva disposición de los urinarios era en forma de U con la abertura hacia la puerta y, por ende, yo estaba situado de espaldas a la misma, opté por disimular lo mejor que pude como si me acabara de bajar del urinario por haber terminado y guardándome la polla al mismo tiempo. Efectivamente, había entrado un nuevo usuario que no sé si se había dado cuenta de algo, pero yo me vi obligado a salir para seguir con el disimulo y aunque esperé al jovencito, éste salió pitando hacia su academia ignorándome totalmente.

En otra ocasión, también en los últimos tiempos de apertura de esos servicios, me situé al lado de un chico morenito y delgado, como me gustan a mi (seguramente por contraste), que imagino sería originario de India o Pakistán, reconocimos mutuamente lo que queríamos, salimos al exterior y casi por señas, pues prácticamente no entendía español, le dije si quería venirse a mi apartamento, que por aquel entonces estaba bastante cerca de allí. Para allá nos fuimos, pero el pobre chico iba tan caliente y excitado que, una vez en mi piso, estando todavía de pie y medio vestidos, le abracé, le puse su pequeña polla entre mis muslos y el pobre angelito se corrió de inmediato, cayendo toda su efusión seminal sobre la parte inferior e interior de mis calzoncillos que aún llevaba puestos a media asta. En fin, un accidente le puede suceder a cualquiera pero aunque luego le he disculpado en mi fuero interno, en aquel momento no me hizo mucha gracia. Le volví a encontrar de nuevo en el mismo sitio al cabo de unas semanas, le ignoré, pero el me siguió hasta mi casa, sin embargo le dije como mejor pude en inglés y en español que no tenía tiempo y que ya nos veríamos en otra ocasión, reconozco que actuando un poco como con una rabieta por lo ocurrido días antes. Ahora reconozco que no debería haberlo hecho porque lo podíamos haber pasado muy bien ambos, máxime estando ya prevenido sobre su eyaculación precoz, pero en aquel momento no miré el lado práctico. Como, por otra parte, mis visitas a aquellos servicios se espaciaban cada vez más, tampoco volví a verle.

A lo largo de esos años me encontré también con otras personas, algunos al ver mi excitación me tocaban el culo, otros querían que les tocara yo la polla sin ellos hacer nada, por lo general me la tocaban a mi o conveníamos en ir a algún otro sitio más discreto, entre ellos las escaleras y zaguanes que he comentado en otro post, pero el caso más curioso fue que en una ocasión, ya de noche, me encontré con un tipo algo mayor que me enseñaba la polla, salimos a la calle, estuvimos viendo juntos algún escaparate, pero ni él ni yo rompimos el hielo, así que me marché a mi casa. Por aquel entonces yo trabajaba en una población de la comarca del Vallés a la que me desplazaba cada día en un tren que salía de aquella estación de Plaza de Cataluña, si bien yo lo tomaba en otra, y cuál no fue mi sorpresa al ver, al día siguiente, a la llegada del tren de las ocho a su destino, que aquel tipo de la noche anterior también estaba allí, tan lejos de donde lo había visto por última vez, unas horas antes. Me quedé estupefacto, supongo que sería una casualidad pues no le doy crédito a que la otra posibilidad fuera que él supiera que yo tomaba aquel tren a aquella hora y que me apeaba en aquella estación o que me hubiera seguido la noche anterior hasta mi casa y luego en la mañana siguiente hasta el tren, me parece aún hoy imposible. Sea como fuere, como cada día, tomé el autobús con una compañera que también venía conmigo y ya no le vi más, para mi tranquilidad.

10 comentarios:

  1. Gracias por la refernecia histórica, ahora entiendo la canción de Loquillo y Los Trogloditas

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    1. Lo celebro, sin duda la letra encaja bastante con el ambiente de decadencia del lugar en sus últimos tiempos.
      Circula por Youtube un vídeo de esa canción que contiene escenas filmadas en lo que podríamos llamar "escenarios reales".
      Esto me ha recordado que la tienda de material para coleccionistas sobre películas, discos y artistas que se ve en dicho vídeo, inconfundible por su gran foto de Marilyn en la puerta, estaba regentada por una pareja de chicos gay, uno de ellos bastante, bastante joven. El mayor parecía el dueño y el joven parecía el dependiente. La verdad es que nunca entré a esa tienda, salvo en la ocasión que voy a explicar ahora.
      Durante un tiempo, al chico más joven no se le vio por la tienda y fue sustituido por otro no tan joven, al que un buen día me ligué (o me ligó él) en los servicios comentados. Era mediodía, hora en que la tienda estaba cerrada, me llevó allí, sacó una manta que tenía en la parte interior de una estantería y que extendió en el suelo y allí mismo, en el suelo de la tienda detrás del escaparate de la derecha, nos comimos las pollas, mantuvimos escarceos varios y acabé follándolo con gran placer de ambos, a un metro escaso del pasillo exterior por donde transitaba todo el mundo, pero entre lo abigarrado del escaparate y que las luces interiores estaban apagadas, además de la puerta cerrada, claro, no creo que nadie se diera cuenta.
      Vista la previsión del chico con su manta, imagino que yo no fui el único que probó aquel sistema y también imagino que, el que yo supongo era el dueño, seguramente no sabía nada de esos manejos de su dependiente. Al cabo de unos días, reapareció el chico más joven, desapareció aquel con el que follé y así quedó ya estructurada permanentemente la plantilla de la tienda hasta que cerró, junto con la Avenida de la Luz.
      Para que veas que ese subterráneo daba para mucho más que lo relatado aquí.
      Muchas gracias por el comentario.

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  2. Impresionante post por contenido y dimensiones que nos devuelve a un pasado no tan lejano en el tiempo, pero si en los modos y costumbres de ligoteo... hasta cierto puesto, pues el cruising, como se llama ahora, sigue existiendo en otros mingitorios privados, pues públicos bien pocos quedan. Quedan por cierto? O en cines, uno solo?... el Arenas?...
    Vale la pena la larga espera, pero por favor, no te acostumbres, jejeje...
    Muy pocos recuerdos tengo yo de la Avda. de la Luz, sólo algunas imágenes impregnadas en lo más recóndito de la memoria de mi infancia, cuando de manera excepcional pasaba con mis padres por allí por que se les había ocurrido bajar a Barcelona. Y mi imagen es precisamente que muestras, la avenida cerrada, semioscura, gris, vacía de día festivo y primeras horas de la mañana.
    Recuerdo la existencia del cine y cuando de sala S pasó a ser una de las 8 salas X de la ciudad, pero ninguna experiencia en ella, pues aún no tenía edad para ciertas cosas.
    Por cierto, que los pañuelos de trapo aún se usan, aunque poco. La gente prefiere secarse los mocos en celulosa de árbol desechable, que en algodón lavable y reciclable. A eso le llaman progreso.
    Ah, no conocía la canción esta de Loquillo y los Trogloditas.

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    1. Gracias perro por el comentario, por lo que veo, quién más quién menos tiene algún recuerdo de aquel lugar.
      Y yo, el recuerdo más extraño que tengo es el calor que hacía por lo general, pero lo bien que venía ese calorcillo en invierno y como algunos de los desocupados que por allí vagaban se ponían en verano cerca de los accesos que conectaban directamente con los andenes de la parte inferior para aprovechar las ráfagas de aire que salían por aquellas bocas cuando llegaban los trenes.
      Está claro que eran otras épocas.

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    2. me gustaria saber si se puede comenzar una nueva seccion de dicada alos pakis que cada dia son mas y follan con varios amigos mios y yo tengo muchas anecdotas que contar..

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    3. AMO.A.LOS.ÁRABES., resulta que no tengo ni tiempo para publicar todo lo que tengo pendiente, por lo que me resultaría bastante difícil aumentar el ritmo para añadir lo que propones, teniendo en cuenta que, siendo el responsable del blog, me sentiría obligado a ejercer cierta corrección ortográfica y quizá de estilo, lo que todavía me requeriría más dedicación y lo haría más inviable por lo escaso de mi tiempo disponible.
      Pero el tema me parece súper interesante, también para mí personalmente, por lo que si realmente estás dispuesto a escribir esas anécdotas, mándame un mail a la dirección de correo que hay en mi perfil y procuraré ayudarte para que crees tu propio blog y las publiques tu mismo.
      Yo pondría un enlace a tu blog en la columna de la derecha del mío para que los lectores estuvieran informados de tus novedades.

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  3. QUISIERA COMENTAR ESPERIENZAS VIVIDAS CON LOS ARABES..YO TENGO MUCHAS...

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    1. Pues como te he dicho, anímate a escribirlas, que seguro que tendrás muchos lectores y yo el primero.
      Si quieres, puedo ayudarte a crear tu propio blog, como te he ofrecido en la respuesta a tu anterior mensaje.
      Venga, ánimo, que ya estoy impaciente por leer esas experiencias, que seguro que son muy calientes y morbosas.

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  4. Respuestas
    1. Gracias por el comentario, aunque no he acabado de entenderlo del todo.

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