viernes, 16 de mayo de 2014

12 - El resto de servicios (WC) públicos no municipales en la Plaza de Cataluña y alrededores (III).

Aún había más lugares en Plaza de Cataluña y alrededores de los que puede comentarse algo:

- El Corte Inglés de Plaza de Cataluña.
Servicios situados primero junto a la ferretería en el primer sótano y luego en un pasillo del sótano inferior junto al aparcamiento. Tanto en una ubicación como en otra siempre he encontrado morbo en estos servicios. Cuando estaban en la primera ubicación me daba bastante apuro entrar, pues había que hacerlo pasando entre los vendedores y público en general, pero dentro siempre se encontraba algo, aunque no siempre se "hacía" algo ya que, una vez se entraba desde la planta de ventas, se encontraba la entrada a los servicios a un lado y otra puerta que accedía a un recinto de uso exclusivo de los empleados, por lo que muy a menudo se oían pasos desde los servicios que en realidad se dirigían al otro recinto, pero que por una elemental prudencia impedían que los que estábamos en los servicios pasáramos a mayores (al menos en las ocasiones en que yo estuve). 

Con la nueva ubicación junto al aparcamiento se ganó en espacio pero no en posibilidades de intimidad, pues así como cuando estaban en la ubicación anterior su existencia pasaba prácticamente inadvertida para todo el mundo pero había el problema del movimiento cercano de empleados, en el nuevo lugar no existía este problema pero estaban (y supongo que siguen estando) anunciados en diversos lugares de los almacenes, por lo que ya no eran visitados solamente por los "conocedores", como antes.

Aparte de leves escarceos en el lugar, pajas sobre todo, nunca saqué nada más de allí.

Tengo entendido que hay otros servicios en alguna otra planta, pero no he visitado ninguno.

- Servicios de la cafetería del Centro Cultural de los Ejércitos, popularmente llamada Casino Militar.
Situada en el nº 15 de la Plaza de Cataluña, donde actualmente se encuentra el Corte Inglés, cerca de la esquina con la calle Fontanella. Era muy útil a la salida de los múltiples servicios públicos de la Plaza de Cataluña para estar más "en la intimidad" que en los otros servicios con más afluencia.

En un par de ocasiones o quizá alguna más visité estos servicios, en alguna de ellas acompañado por alguien. Cuando fui solo raramente encontré a alguien más, creo que sólo una vez y las pocas veces que fui acompañado nos dedicamos a pajearnos y nada más.

Al cabo de los años, circunstancias de la vida me llevaron a conocer a un grupo de personas que se reunían en la terraza de aquella cafetería, situada en la ancha acera de Plaza de Cataluña. Sabiendo lo que yo sabía, procuraba sentarme de cara a la puerta, por si veía entrar a alguien interesante que, quizá, se dirigiera a los servicios, pero nunca vi a nadie apetecible o ni siquiera susceptible a mis ojos de visitar los servicios, ya fuera porque al estar en un corro de conocidos no era posible estar siempre con la mirada fija en dicha puerta o bien porque aquellos camareros vestidos con su chaquetilla de inspiración militar habían ya detectado lo que sucedía a veces en los servicios y observaban una actitud más vigilante y/o disuasoria que años antes cuando yo iba. Al poco tiempo, los grandes almacenes procedieron a su última ampliación y desapareció el "Casino Militar". 

- Servicios del parking público subterráneo de la Plaza de Castilla.
Servicios poco conocidos y, por ende, poco usados por el público, por lo que eran ideales para encuentros sexuales esporádicos, o cruising como se dice ahora.
Entrada peatonal al parking de la Plaza de Castilla y sus servicios, situados junto a
esta entrada y que en aquellos años siempre estaban abiertos. Al fondo la calle Tallers.
De aquel lugar recuerdo dos personas asiduas. Uno era un chico más joven que yo, con una polla apreciablemente grande, aunque no exagerada y más bien delgada, con el que practicamos múltiples mamadas mutuas en muchas ocasiones, durante una larga temporada. Cuando se producen encuentros repetidos con alguien en un lugar de estos, lo normal sería acabar yendo a un lugar más discreto después de los primeros encuentros, cuando se coge confianza mutua (y yo enseguida le cojo confianza a alguien a quien se la he mamado o me la ha mamado él), pero si alguno de los dos no quiere, los encuentros se transforman en una rutina similar en cada ocasión, magreos, morreos, uno se la come al otro, el otro al uno y paja simultánea como digno colofón, todo a una cierta velocidad por encontrarse en un lugar público. Éste era el caso con este chico. Yo deseaba encontrarlo cada vez que visitaba el lugar, y supongo que él también porque tardaba pocos segundos en sacarse la polla bien tiesa en cuanto me veía entrar (y yo lo mismo, si sucedía al revés), pero aunque le pedí más de una vez que se viniera a mi apartamento nunca lo conseguí, quizá no se fiaba de mí, como a mí también me ocurría cuando me ofrecían llevarme a casa de alguien. En realidad, nunca intercambiamos muchas palabras, en parte porque la mayor parte del tiempo uno u otro o los dos a la vez teníamos la boca ocupada pero también por la premura en hacerlo todo rápido sin entretenerse en muchas florituras, por precaución. Le había conocido por primera vez en los servicios y pasillos de la estación de RENFE de Paseo de Gràcia/Aragón, otro lugar "emblemático" para el mundo gay frecuentador de WC públicos de entonces y los encuentros con él fueron para mi extraordinariamente excitantes y gratificantes, por su juventud, su entrega, su cuerpo, su polla, etc., pero al cabo de un tiempo mis visitas tanto a uno como a otro lugar se fueron espaciando por razones profesionales y también personales y le perdí la pista definitivamente.

Otra persona interesante fue un hombre más mayor que yo y más robusto, con aspecto de obrero metalúrgico o de la construcción, con su carterita de mano como si fuera un escolar de los años 60. Aquel hombre no tenía tantos remilgos como el anterior en ir a casa de nadie, supongo que porque era más mayor, más fornido y seguramente tenía más experiencia en detectar que yo no representaba ningún peligro o porque su complexión fuerte le daba más confianza en sí mismo. Una vez nos hubimos apreciado mutuamente las pollas la primera vez que nos encontramos (tenía una gran y, sobre todo, gruesa polla), me hizo la clásica pregunta de si tenía "sitio", a lo que contesté afirmativamente, nos encaminamos a mi cercano apartamento y fuimos directamente a la cama a disfrutar de nuestros respectivos cuerpos. La primera vez que me he metido en la cama con alguien siempre he estado algo a la expectativa, supongo que es algo que nos sucede a todos en mayor o menor medida, y así también fue en esta ocasión pues yo pensaba para mis adentros que con aquella complexión y aquel pollón, como quisiera follarme solamente cabría acogerme a su buena voluntad para que respetara mi negativa, ya que como se empeñara en ello tenía claro que no podría defenderme de aquel monstruoso, duro y oscuro ariete. Afortunadamente, a pesar de su aspecto algo rudo era una persona muy amable y no pretendía follarme, sino al contrario, lo que me hizo muy feliz. Aquella experiencia de follarme aquel rico y bastante estrecho culo mientras su badajo duro como una piedra se movía acompasadamente al ritmo de la follada es algo digno de recordar. Lo pasamos muy bien durante bastante rato y aquel encuentro se repitió en alguna otra ocasión, si bien la última vez que nos encontramos (en la calle, cerca de los servicios) le ignoré, el me siguió, haciendo todo lo posible para que me diera cuenta de que estaba allí y al final le hice un gesto (es curioso, ni el me habló a mí, ni yo a él) de que no quería nada, lo que le dejó con un palmo de narices. Desde aquí le pido disculpas por esta despedida un poco abrupta que él no se merecía, pero la razón de mi seco comportamiento era que por aquel entonces yo tenía una novia (S.) que vivía en el portal de al lado del edificio en el que tenía mi apartamento y en aquel momento iba a dirigirme a su casa, por lo que no me era posible distraerme follando antes de ir a verla. Si me hubiera dirigido la palabra en lugar de observar ese comportamiento que hoy me parece algo infantil, aunque comprendo que venía motivado por la necesidad de disimular en público que todos teníamos tan asumida hasta el punto de protagonizar escenas tan ridículas como la relatada cuando lo lógico hubiera sido saludarse como dos buenos amigos, entonces le hubiera explicado que no disponía de tiempo libre en aquel momento y quizá hubiéramos podido quedar para mejor ocasión pero, después de aquello, lamentablemente no volví a encontrarle más y, como a raíz de ese noviazgo que duró varios años dejé de frecuentar tan a menudo los servicios públicos, también dejé de ver a otros conocidos de vista o de polla de esos lugares.

3 comentarios:

  1. Desde luego que fue todo un mundo, el de los mingitorios públicos, práctica y tristemente desaparecido.
    Digo tristemente, no sólo por su punto sexual y morboso, sino también porque me parece indignante su supresión por la parte que cubría una necesidad fisiólogica evidente.
    Ignoraba lo del casino militar y el de plaza Castilla.
    En el Corte Inglés de Pza. Catalunya, por lo que a veces llega a mis oidos, que no por experiencia, sigue habiendo rollo, poco pero haylo, si bien no sé en que planta ( me suena la 2 o la 3).
    Una pena acabar la relación que hubo así, pero estoy más que convencido que el despechado caballero supo que alguna circunstancia en tu vida cambió sustancialmente para ese cambio en tu manera de proceder hacia él.
    Seguro que te perdonó hace años ;-)

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    1. Mis disculpas por no responder antes al comentario, al no haber recibido el supuesto correo automático que me lo debería haber anunciado.
      Efectivamente, en esta ciudad tan moderna la élite responsable de la misma muchas veces toma decisiones sin ponerse en el lugar de los ciudadanos de a pie. Luego hacen grandes aspavientos por lo sucios que son algunos, sin analizar, ni siquiera considerar, que ellos son solidarios de esa suciedad por las decisiones tomadas en su día. Ahora hace algún tiempo que no viajo al extranjero pero bastantes años después de haberse suprimido aquí los mingitorios públicos aún existían en las ciudades alemanas, austriacas, belgas, etc., aunque se habían ido transformando y en algunos casos automatizando mediante torniquete de cobro a la entrada.
      He oído decir que en la primera planta del Corte Inglés de Av. Portal de l'Àngel también pasa algo a veces, ignoro hasta que punto ello es habitual.
      Y sobre lo último, ahora lamento que yo también disimulara en lugar de pararme y hablarle tranquilamente. Cosas de la época, los miedos y disimulos de entonces y mi habitual tontuna que no tengo reparos en admitir.
      Muchas gracias por tu comentario.

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    2. Ya pensaba yo que mis comentarios habían quedado en el limbo, jejeje...
      Y doy fe, que hasta en los pueblitos franceses existen urinarios públicos.

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